Cuando las cosas del toro se organizan con cordura y lejos de los caprichos, manías y corrupción de la fiesta de los toros, esas cosas, digamos espectáculos, salen como aconteció en la tarde del miércoles, 17 de agosto, en Guijuelo. Una tarde que pasará a la historia de la tauromaquia en la provincia de Salamanca en cuanto que, este redactor no recuerda, posiblemente nunca se habían cortado 12 orejas en un solo festejo de luces sin ser plaza portátil.
Lejos de la frialdad de los números –doce orejas, es decir, cuatro por coleta- no es menos cierto que el espectáculo mereció y mucho la complacencia del respetable que llenaba los tendidos de la plaza de toros de Guijuelo. A ello contribuyó y mucho la gran corrida que lidió Vellosino –el sexto, quizás el que menos lo merecía- fue premiado con la vuelta al ruedo. Un encierro bien presentado, noble, a veces algo escaso de fuerzas, pero una corrida que permitió el lucimiento de los tres matadores.
Tres estilos distintos los que saltaron al ruedo de Guijuelo de tres jóvenes que están ahí ya. Si en muy distinta posición, no es menos cierto que el salmantino Juan del Álamo, José Garrido y Roca Rey están llamados a destacar en esta época moderna del toreo actual.
Tres estilos bien diferenciados. En la tarde, dos momentos excelsos, la lidia pulcra, profunda, sencilla, pura y clásica marcada por el temple y el gusto de José Garrido. Quizás, al modesto entender, fue la faena de la tarde y también de la Feria Taurina de Guijuelo. Garrido es un torero marcado por el don de la sencillez, de la pureza, del temple… del sabio gusto que tanto gustaba a los clásicos. Sin aspavientos, ni fijándose en el tendido, ni con prisas ni agobios trenzó momentos cumbres del toreo con sabor. Cortó las dos orejas con mucha fuerza. En el segundo, donde también consiguió dos apéndices, Garrido volvió a demostrar que está marcado con la señal del clasicismo, con el toreo que, a dios gracias, nunca muere alejado de los modernismos que ya huelen.
Otro momento cumbre fue el final de faena al sexto toro por parte de Roca Rey. Una faena que comenzó mal, con muchos enganchones, con un toro que protestaba y con el que el peruano no se sentía a gusto. Fue el momento en que Andrés Roca Rey se fue directo a su terreno, al terreno del toro también, donde sabe estar, donde se siente cómodo, donde logra llegar al tendido, donde lo esperaba el respetable. Un lugar donde Roca Rey fundamenta su toreo. Fue la quietud, el valor frío, el dominio… fue someter al toro al capricho de la pañosa en un palmo de terreno. El público fue muy agradecido con esta muestra de valor. En el tercero, donde sufrió una voltereta con el capote, el matador realizó quizás una faena más completa, de más toreo… pero el público vitoreó la del sexto.
Juan del Álamo no quiso perder la comba de sus compañeros y fue poniendo en listón alto en los dos toros. Juan estuvo en su línea de buen toreo, de variedad, de pundonor, de momentos también de gusto y de series bien ligadas.
Una tarde para el recuerdo, independientemente de si los toros fueron más o menos azucarillos o si el color de la muleta era rojo u oro. La cuestión de que el público es soberano y pidió lo que allí vio, vivió y gustó. Además, en esa salida a hombros, no está de más recordar la labor del alcalde, Julián Ramos, defensor a ultranza de esta Feria Taurina con el fin de conseguir hacer la mejor de Salamanca, como también el esfuerzo del concejal de Festejos, Samuel Fernández, en la organización, y el gerente, José Ignacio Cascón, por conseguir conjuntar una corrida casi tan perfecta para una plaza de tercera.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros de Guijuelo. 3º festejo de Feria. LLeno en los tendidos. Se lidiaron seis toros de Vellosino, bien presentados y buen juego en líneas generales. Al sexto se le dio la vuelta al ruedo.
Juan del Álamo, dos orejas y dos orejas.
José Garrido, dos orejas y dos orejas.
Roca Rey, dos orejas y dos orejas.