Las vicisitudes de la política nacional sacuden la periferia cual seísmos, como aquellos fuegos de las guerras carlistas que tanto fascinaban a Valle. El territorio cidiano no es una excepción y el mundo político regional se convulsiona ante los congresos regionales y provinciales que aguardan a los grandes partidos. De momento, la conmoción transcurre entre bambalinas, lejos de la mirada pública, pero poco a poco irá trascendiendo conforme se aproximen las fechas de las citas congresuales.
El PP ha abierto el melón con el anuncio de que su congreso nacional (pospuesto a causa de la incertidumbre electoral de los últimos meses) se celebrará en febrero. El hecho de que Mariano Rajoy haya conseguido finalmente se investido presidente del Gobierno parece augurar un congreso tranquilo, muy distinto al que pudiera haber acontecido si se hubieran malogrado sus aspiraciones presidenciales. Conque, todo hace prever que en el PP no se abrirá de momento la caja de Pandora que tantos temían.
En lo que al PP respecta, la cuestión que interesa en el territorio cidiano es si el zamorano Fernando Martínez-Maíllo será aupado a la secretaría nacional del partido. Es tiempo de especulaciones y entre los nombres que se están lanzando estos días a la plaza pública hay también otros posibles candidatos, caso del exministro de Sanidad Alfonso Alonso, al que tal vez Rajoy quiera buscar un puesto de proyección nacional que premie su sacrificio de concurrir como candidato a lehendakari en el País Vasco.
El ascenso de Martínez-Maíllo en la política nacional ha avivado los fuegos de guerra en la política regional. Dos bandos claros en el PP que se disputan el trono de Juan Vicente Herrera.
Esta pugna interna explicaría esa polémica transaccional en la ley para regular los altos cargos de la administración autonómica que obligaría a los alcaldes de más de 20.000 habitantes a optar entre el ayuntamiento o el escaño en las Cortes. O sea, una manera de acabar de un plumazo con las aspiraciones de Alfonso Fernández Mañueco y Antonio Silván, cuyos nombres han figurado siempre en las quinielas sucesorias.
Otro ejemplo de las tensiones internas que sacuden al PP es el enfrentamiento entre el Grupo Parlamentario Popular y la presidenta de la Cámara, Silvia Clemente, también del PP, a la que se reprocha que no adopte una actitud más partidista. Una situación la suya complicada si se tiene en cuenta la composición heterogénea de la cámara en la presente legislatura, con cinco grupos parlamentarios, y la ausencia de una mayoría absoluta. Los populares critican a Silvia Clemente y los grupos de la oposición la alaban, lo cual es otro argumento más en su contra, ay.
El PSOE por su parte sigue sumido en la precariedad en que le dejó el golpe de estado que descabezó a Pedro Sánchez. Hay dos facciones bien definidas entre los socialistas, aunque ninguna claridad en el horizonte. La gestora no es proclive a convocar a corto plazo el congreso federal, acaso como estrategia para que la imagen caída de Sánchez se desvanezca poco a poco de la memoria de la militancia.
La situación de incertidumbre entre los socialistas cidianos se visualiza desde hace algunas semanas en las Cortes de Castilla y León, con un Luis Tudanca circunspecto y desconfiado que intuye en derredor el rosario de puñales, ay. El Grupo Parlamentario Socialista parece un bloque homogéneo, pero las actitudes de los procuradores destilan olor a hule y perfidia.
Y Juan Vicente Herrera cisca en la herida y augura “poco futuro” a su paisano Tudanca. El burgalés, tutelado y acaso teledirigido por Óscar López, hizo demasiada sangre a la hora de hacerse con la secretaría regional y ahora recibe las amargas consecuencias.
Así las cosas, en las Cortes de Castilla y León sucede como en el Congreso de los Diputados: la voz de la izquierda se está desplazando poco a poco hacia Podemos. Mientras Tudanca mira de reojo el refulgir de cuchillos, el líder regional de Podemos, Pablo Fernández, se está convirtiendo en el verdadero jefe de la oposición. Tal nos pareció esta tarde en el pleno con su pregunta a Juan Vicente Herrera sobre la incidencia que tendrán en Castilla y León los recortes que pretende imponer a España la Unión Europea.
Fernández y Herrera se enzarzaron en una amena refriega de corte cinematográfico, en la que el primero calificó al presidente de la Junta de “jardinero de Angela Merkel” y “ángel exterminador de lo público”, a lo cual Herrera le reprochó que quisiera convertir la política en un Cinema Paradiso y que reincidiera en su idea mesiánica de no ver la necesidad de los ajustes, en una actitud propia de un “Jesucristo Superstar”.
En cuanto a Ciudadanos, las relaciones casi idílicas con el PP de los inicios de la legislatura se van agriando cada día. El portavoz de Ciudadanos, Luis Fuentes, insistió en su tesis de que el PP no reconoce nada de lo que hace mal y en que lo que hace bien es gracias a la presión de su grupo. Y como en otros debates, Herrera arremetió contra Fuentes con ironía reprochándole que fuera incapaz de hilvanar sus réplicas sin parapetarse tras los papeles.
Conque, ay, caballito frío…